martes

La felicidad de nuestras vidas desechadas. Parte 1

Esta vez quería compartir con vosotros un pequeño pasaje de mi libro La felicidad de nuestras vidas desechadas. Aunque el título pueda resultar contradictorio, para mí no lo es. Estaba pensando durante días que título ponerle al libro hasta que este título me encontró sentada en mi salón, y me convenció. Porque describe la esencia del libro. La espiral de las idas y vueltas, de los comienzos y de los finales. El amor perdido en la soledad. La soledad perdida en el camino..  Será un libro diferente, de tamaño corto (por lo menos para las reglas del mercado actual)  pero con mucha alma y con ganas de nacer ya de una vez. Estoy iniciando un proyecto para darle vida con ilustraciones y dibujos de amigos y artistas. Será mi voz con paisajes diferentes. Espero que os guste, me interesa mucho vuestra opinión. 



Me mira y me hallo parada en el umbral de una sensación de felicidad. Lo hubiera tomado del brazo, pero mi mano se tendió a mayor profundidad que el umbral del pensamiento. Un instante aislado, un tiempo presente involuntario, producto del azar. Translúcido, prepara sus armas de fuego contra mí. Miro su color. No tengo nada que decir. Es moreno, y luego se mezcla con el trasfondo rubio. Dio en el blanco, me alcanzó. Me demolió. Voy pegando los trozos del presente con los restos del celo.

 La noche carece de fronteras.

Pensamientos que no pueden ser esculpidos carecen de destinatario. Entramos en contacto.  Los pequeños vellos negros con el trasfondo rubio. Las almohadas se rodaron un poco y sólo su aliento permaneció en el lugar de costumbre. Voces y ritmos agradables  que  atraviesan todo, consoladores. Todo lo nuestro es de la alfombra. Más allá  no podemos pasar. El final del camino se convierte en petición dentro de la almohada. Carece de permiso, no tiene dónde quedarse. El paisaje es desolado y así como me miras así te devuelvo la mirada, porque son dos las manos y una la distancia. Únicamente te siento a ti, de quien cuelgan los miedos rellenados, como verdes colinas desabotonadas, mechadas en algunas partes con unos cuantos árboles. Convertidas rígidamente en paisajes.

Un mapa al azar, de un paisaje extraviado.

Al final del camino, la almohada. Mechada con miles de peticiones.

                                                                           

jueves

Cambiar de piel

Últimamente me tropiezo mucho con la expresión e idea de “reinventarse” y me preguntaba ¿necesito yo también reinventarme? ¿Cambiar de piel? ¿Salir corriendo?... Pues sí y no. Quiero cambiar algunas cosas. Por ejemplo ir cambiando, mejorando poco a poco este blog para que sea más dinámico y más expresivo. Pequeños proyectos que están por llegar…Seguir escribiendo sin perder la esencia y el optimismo…Reinventarme sí pero sin cambiar de piel. Y sin salir corriendo….



 Estoy sentada en una ventana. En una ventana cualquiera en la que faltan las horas. Me imagino, entre un café de sobre y un trozo de tarta, corriendo entre mi presente y futuro sujetando en mis manos palabras y amores a la vez. Faltan las horas, sobran las palabras y pesan demasiado las imágenes entre el sorbo y la ventana. Me hacen mirar de reojo mis abrazos y mis escondites de niña. Por eso hago un forzoso intento por reinventarme. Porque está de moda. Porque sobran motivos…

Me siento desubicada por la falta de un camino entre mis sueños y su piel. Bajar el telón y suspender la función. Levantarse de una silla, aunque cómoda, y salir del teatro con el aplauso entre las manos. Mientras salgo de esa sala imaginaria, trato de convencerme de que salir corriendo a veces es la única forma de llegar salvo a casa y guardar los sueños en los cajones de la piel. Tal vez encuentren su lugar entre las horas perdidas y el intento de querer cambiar el rumbo. O tal vez salen corriendo y cierran la puerta. O simplemente cambian de piel.