Como si sólo entonces se hubiera decidido todo. Tiré a un lado mi abrigo cuando entré al espacio de tu hogar, o a lo mejor ni siquiera tenía abrigo, porque estábamos en verano. Tardío, quizás de agosto, pero de todas maneras verano. A fin de cuentas el hecho de que estemos en la vivienda no me obliga a nada. No nos obliga a nada. Aunque el cortafuego tampoco es siempre un refugio, cuando sentimos temor por nuestros pensamientos.
Antes debía cavilar todo el
tiempo acerca de cómo son esos giros rápidos, las repentinas sucesiones. ¿Hasta
qué punto nos damos cuenta de los esfuerzos del presente para ser aceptado, invitado a permanecer? ¿Cómo
hemos de permanecer siendo nosotros mismos, en la torpe sucesión de los pasos?
¿Hasta qué punto se suceden los triunfos obtenidos sobre las palpitaciones, las
grietas dentro de mi mejor yo, ése que destiné para ti, si lo que tú deseas
es el palpitar? ¿Cuán rápidos son esos
giros, las sucesiones de nosotros mismos? Los nosotros mismos que se suceden
los unos a los otros.
Su voz cierra la puerta y me
obliga a arrodillarme. Se han acabado los metros cuadrados, ya la puerta sólo
puede ser un obstáculo para mis ojos. Las otras cosas son pequeñas. Y de todas
maneras se han perdido.
Como si todo se hubiera
decidido sólo entonces, con el seguro conocimiento de que ni uno sólo de los
alientos de mis pensamientos fue verdadero. Mi mentira yacía detrás de mí, y entonces tiré sobre ella mi
abrigo, para no verla siquiera. Cayó lentamente, apenas si llegó al suelo. Era
como si hubiera estado flotando toda la noche en el aire, aunque cayendo, a
veces, lentamente. La canícula de la noche lo hacía sudar, lo atrapó el calor
de agosto.
La persona que se hallaba de
pie delante de mí me esperaba desde hacía tiempo sin saberlo, pero no me
molestó, porque por fin pude mentirme a mí misma. Fue una sensación agradable
ver cómo se hallaba de pie delante de mí, con la camisa y los pantalones de
costumbre, y sus manos de costumbre, acerca de los cuales sabía que le quedaban
bien a la guitarra. Eso era todo lo que estaba en la foto, en mi cabeza. Todo
lo demás era el trasfondo solamente.
Fragmento de "La felicidad de nuestras vidas desechadas".
Fragmento de "La felicidad de nuestras vidas desechadas".
Muchas gracias! Yo sólo me he leído el de Yo, otro pero el autor me ha interesado muchísimo así que buscaré algún otro libro.
ResponderEliminar"¿Cómo hemos de permanecer siendo nosotros mismos, en la torpe sucesión de los pasos?"
Interesante.
Me quedo con el final: el fondo y el trasfondo. Me hacen pensar.
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
"Tiré a un lado mi abrigo cuando entré al espacio de tu hogar, o a lo mejor ni siquiera tenía abrigo, porque estábamos en verano." La verdad es que se ve genial el libro, ya lo buscaré si puedo porque es una belleza. Gracias por tus palabras :)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario! Espero que pronto puedas encontrarlo en las librerías...
EliminarQué bien que estés trabajando en una novela. Yo jamás podría creo. Soy desmasiado fragmentaria con lo que escribo. Me ha gustado mucho. Te dejo un gran abrazo y fuerte.
ResponderEliminarAu revoir!
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Buena suerte"
CELESTINO ARTURO
Escribiendo desde Ecuador