martes

Encuentros


Estos días, mientras escribo la segunda parte de mi libro, me tropiezo una y otra vez con el tema de los encuentros. Las conversaciones con gente desconocida dan mucho que pensar. Aunque sean conversaciones cotidianas. Aunque duren solamente cinco minutos. La importancia es relativa. Las palabras nos traicionan. El aliento se tropieza…

Encuentros. Las palabras que utilizamos puede que sean las mismas pero al aliento que las respira no le podemos engañar. No podemos pretender que no nos delate. No podemos desafiarlo. Mantener el pulso y seguir caminando. No hablo de los desafíos de la calle. Hablo de los alientos de primer y segundo grado. De las mañanas que huelen a cama. Que huelen a ojos. Tal vez a caricias.

Estrechar la mano, escoger una dirección, coger el metro. Las tardes tienen muchas posibilidades. Las noches tienen muchas posibilidades. Lentamente se funden, se estrechan, se convierten en mañanas de resaca, o en mañanas, sin más. Tal vez si damos la vuelta en la cama encontramos los restos de una noche cansada. Quizás encontramos unos brazos. Unos ojos. Caricias pegadas a la almohada. Lentamente se funden, se estrechan. Son caricias sin más. Posibilidades de una noche. Pegadas a mi almohada.



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